Pérez Reverte y los traficantes de sueños

 

Kate del Castillo bucea entre lápidas

Kate del Castillo buceando entre lápidas

El que trafica sabe que juega el juego sucio de las transacciones sin público, ocultas, sucias o ilegales, de luz de velas, pero lo de Kate del Castillo, la actriz mexicana, con Joaquín El Chapo Guzmán, capo chapo de la droga con nada de good man, es un tráfico entregado a la luz de los flashes, carne de telenovela sin novelar, pelín oscurita, de la que ahora nos llega la nueva entrega en la revista Proceso. La actriz ha publicado en ella la visión personal de este narcorrelato que arrancó con un tuit de medianoche, siguió con intercambio de correos e hizo cima cuando ambos se encontraron años después en mitad de la selva para platicar de sus cositas. ¿Cuáles? Bien sabemos que cuando la bestia sale a pasear con el carnero no es para desenredarle los vellones. En lo que a ella se refiere, un quevedismo: «soy, entre cojo y reverencias» dijo el escritor del XVII «un cojo de apuesta, si es cojo o no es cojo». Algunos preferimos escoger, y de la lectura del sentido informe en Proceso no terminamos de sacar en claro si la buena de Kate quería acabar ella solita con el narcotráfico mexicano o cerrar el negociazo artístico de su vida, Hollywood mediante.

Leída en frío, la historia parece de ficción. Porque el tipo es feo sabemos que es la realidad, pero dudamos de que lo sea cuando dice lo que dice, sacado de su guión romanticoide: «Eres lo mejor de este mundo. Te cuidaré como a mis ojos». Cuando uno se pone a emular en la vida real el lirismo tóxico de los culebrones, debería tener la precaución de no parecerse demasiado al tipo que sería en un plató. Kate, por su parte, rendida, encarna en esta secuencia que va ya por el quinto rollo a la inocente damisela en apuros enfrentada a su dilema: ¿acercarse o no al criminal de las manos de sangre?, ¿probar o no, ains, de su fetidez? Si esas manos te estrechan, lo harán también los muertos que en ellas viajan, después de haberles dado él a ellos el viaje de su vida. Poco importa: todo sea por la paz en el mundo. O en el set de rodaje. Como quiera que sea, que triunfe el amor: «Señor Chapo, ¿no estaría padre que empezara a traficar con el bien?», lo interpelaba ella en el tuit que prendió la mecha. «Anímese Don, sería usted el héroe de héroes, trafiquemos con amor, usted sabe cómo». La Kate pacificadora decidió empezar por México, que viene a ser como ponerse a evangelizar empezando por los prostíbulos. Describe lo que sintió en su primer encuentro con Guzmán como un «mininfarto». La carne es débil, pero la de los débiles es de un endeble que asusta. Para qué indagar.

Internet, ese inventazo, tiene un lado perverso: en él también se publicitan los ilusos. Antes de su aparición, si uno tenía un cursi en casa sólo se enteraban los vecinos de bloque. Pero Twitter también ha venido a abrir las puertas de la calle a tanto sonso como hay por ahí para desempeñar una tarea de pulcritud intelectual: permite pasar lista a las ideas de la grey, dejar cumplida cuenta de sus estropicios y luego, a cada cual, administrar sus miserias, pesadas en gigabytes. Como Kate, desbridada, ya digo, no iba a estarse con miramientos ni lucidez, bordó su papel, que es en esencia el de una aquejada del síndrome de Estocolmo con tequilitas. Como mexicana está acostumbrada desde antaño a vivir, ¿a morir?, secuestrada por el ritual de la violencia, pero no ve en Guzmán al sucio carcamal que torturó y mató hasta a policías, sino al tierno Otegi de una fiesta de confraternización nacional donde no correrá la coca, sólo el flower power.

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Acerca de Rubén Diez Tocado

Narrador. Poeta. Bípedo. Omnívoro. Bloguero sobrevenido. Premio Tiflos de cuento por "Los viajes del prisionero" (finalista del Premio Setenil 2015). Premio Internacional Martín García Ramos de poesía por "La nada discontinua" (Ed. Difácil). Contacto: rubendieztocado@gmail.com
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3 respuestas a Pérez Reverte y los traficantes de sueños

  1. Myriam dijo:

    Estupendo, como siempre, por otra parte.

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  2. Calor no sé si tendremos pero mi abrazo lo tienes garantizado, Ángel. Un saludo.

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