
«Así, Torres, al oído»
Cuando Urdangarin (sin acento, please) esté en prisión y su celda sea todo angustias -los hombres altos cuando sufren, como cuando disfrutan, lo hacen más-, éste será el único mensaje de ánimo que recibirá de Diego Torres: «Es mejor perderse que nunca embarcar». Se lo dirá, se lo ha dicho siempre, con la boca pequeña, pero su destinatario, obediente, no ha hecho otra cosa desde que el mundo es su mundo. De la inversión del silogismo -su mundo se tornó el mundo- surgieron los problemas, y a partir de ahí el Duque se perdió, se perdió mucho. Para alegría del letrista, que prosigue: «Sé / que estás cansado de andar y de andar, / y caminar / girando siempre en un lugar». Bien. Corto y a la mandíbula, no vaya la celda a quedársenos grande. El festival de imágenes (atentos a la letra, digo) afluye a la gema engastada de este letrón: «Mejor tentarse (sic) a dejar de intentar». Ahí el espíritu Sorokin se viene arriba y nos calza un verbalismo que prospera, muy a tono con la ligereza que esperamos de temazos así. Yo, a esas alturas del cante, ya me imagino el patio de la prisión como una fiesta de gente muy loca, toda ella puestísima de jugar al dominó a lo Fabra, salvajemente. ¡Corran el tabaco y los mejillones!, ¡venga esa Coca-Cola! No sé en la de Mallorca, pero en la cárcel de Aranjuez los internos le pegan sólo al fútbol, Iñaki. Angustias, angustias, muchas y variadas. En una dimensión alternativa, una donde los duques emPalmados no tuviesen que rendir cuentas de sus calentones, a Ana Garrido tampoco la designarían Fiscal General del Estado. Lástima. Que tenga un perfil la verdad y tantos la mentira.
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Gracias, Javier.
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