Platini, antes de declarar en Lausana para la Corte Arbitral del Deporte, ha garantizado: “Sólo diré la verdad, únicamente la verdad”. Tanto lo recalca que parece dar a entender que no va a contarnos las mentiras; las gruesas e institucionalizadas trolas orquestadas entre él y Blatter, que le pagó en 2011 dos millones de francos en concepto, aseguran ambos, de trabajos como asesor para la FIFA. A cuatro años de trabajo, sale a medio millón por año. Cantidad en absoluto desmedida si tenemos en cuenta que se trató de un asesoramiento completo, pues Platini no se olvidó de recordarle a Blatter que le hiciera factura. Sabremos algo el viernes.
Más tardará el veredicto de la comisión ética de la FIFA, donde ahora mismo están analizando el buen o torcido proceder de estos dos sujetos, objeto uno del otro. La FIFA es un organismo deslumbrante. Tanta es su moralidad, su recto concepto del deber, que con lo que le sobra le da para comisiones éticas. No sabemos si sus miembros son más kantianos que hegelianos. Para averiguarlo, yo crearía otra comisión que dirimiese, como cuestión prejudicial, la bondad o maldad ideal de los que juzgarán las de Platini y Blatter (con los nombres de ambos, ya unidos de por vida gracias a sus andanzas, fundidos en otro de nuevo cuño: Platinatter). A continuación yo propondría abrir otra comisión que juzgase a la precedente, que sería a su vez juzgada por una anterior, en un juego de cadenetas ad nauseam que nos mantendría entretenidos hasta que empiece la Eurocopa. La FIFA, pues, como una organización de comisioncitas. Quién nos lo iba a decir.