El Congreso de los Diputados es una piscina de las climatizadas. Todo el que entre en él para representar a otros debería dejarse fuera las prendas más gruesas de su abrigo ideológico. De lo contrario, pasará calor. Le sucedió a Felipe González con el farragoso ingreso en la OTAN, a Aznar con Irak (calentito, calentito), a Zapatero con, bueno, a él con numerosos asuntos; y hasta a Rajoy. Nos lo habían vendido como un gallego cachazudo y práctico, pero se dejó embaucar por las tonadas antiabortistas de Gallardón, él, sí, un aborto político, con la misma edad ministerial en meses que Cristo tenía en años cuando lo mataron: una señal. Todos, en fin, sudaron la gota gorda. Venían del fresquito obsequioso de la calle, donde la realidad cobra las formas menos usuales del entusiasmo, y se encontraron con el aire ensopado de la sauna parlamentaria.
El calor placentero de los mítines, donde los asistentes pueden ser sustituidos sin que advirtamos la diferencia por legionarios romanos en su día de paga, es más seco, como de fuego controlado. Una vitrocerámica de inducción, vamos. Si la temperatura sube más de lo requerido, se corta el flujo y santas pascuas. No vayamos a venirnos arriba y sugerir, por ejemplo, que Albert Rivera le da a la coca. Sin pruebas, sin gusto, sin gallardía: puro lodo.
Las alegres cohortes de Podemos, para sorpresa de nadie, arrancaron la nueva legislatura (para ellos más nueva que nunca) abrigados como para descubrir el gélido Mar de Amundsen, que ya constaba en los mapas. Hasta trajeron un bebé para arroparse, así todo peripuesto alrededor del cuello. La madre -mujer, más friolera- lo lució como una insignia. Pero supo sacrificarse. Cuando vio a algún compañero temblón, con biruji, no le dolieron prendas en pasarlo. Será por prendas. El bebé, blanco nuclear, con todo el arsenal de su pureza intacto, incluida la ideológica, creyó que lo estaban meciendo pero en realidad bailaba la danza de la nueva política sin saberlo. Mientras tanto, sorprendidos por su incomparecencia, de seguro lo estarían esperando en la guardería del Congreso quienes la administran, para cuidar de él y de tantos otros. Con la calefacción puesta.
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Espero comiencen a quitarse un poco de ropa..lo malo que conforme pasan los días parece que se mimetizan con el exterior y más se abrigan!!!
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Está siendo un invierno muy atípico.
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