
Ignacio González, junto al rey emérito, en el Palacio de Linares.
Los hombres de poder, paralizados muy a menudo para tomar decisiones que afectan a este plano, recurren a las fuerzas ocultas del otro para orientarse. Viene de antaño. Los emperadores romanos investigaban mediante arúspices las entrañas de los animales y podían llegar a postergar batallas en función de su mensaje abstruso. Napoleón preguntaba a sus generales antes de reclutarlos si tenían suerte, que es como si en una entrevista de trabajo nos preguntaran cómo tenemos el aura. Felipe II fue aficionado a la alquimia y Abraham Lincoln escuchaba sin rechistar la interpretación de los sueños que le hacía su mujer. Loca, quizá, pero que sí acertó en lo más importante: el riesgo mortal de pisar aquel teatro (riesgo de aburrimiento si en él recita Dolors Miquel).
De Felipe González siempre se rumoreó que iba a que le echaran las cartas para obtener consejos de buen gobierno y también que no tuvo nada que ver con los GAL. Me creo ambas cosas. Qué hombre en sus cabales habría permitido aquello después de que la médium le advirtiera de que un izquierdista con coleta, actualísimo para los ochenta, iba a sacar lo de la cal viva en la investidura de un parlamento ingobernable del futuro.
-¿Cómo se llamará, oh, cartomante -preguntaría el presidente con lenguaje muy de Sófocles-, mi futuro inquisidor?
-Pablo Iglesias, tronco –respondería ella, muy de la movida.
González debió de interpretarlo como una conspiración de los suyos contra su persona. Entonces tomaría la decisión de controlar el partido con mano de hierro, labor que le encomendó a Alfonso, claro, Guerra. Es igual que cuando ERC puso en Madrid a Gabriel Rufián a entonar los cantos de Maldoror del charnego ofendido. O cuando descubrimos que el escritor Javier Bilbao es de Bilbao. Hay gente que tiene el apellido muy bien puesto.
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No dejo un «me gusta»… sino un «me encanta»…
Soy un fiel seguidor de «la suerte» aunque sea un simple mortal y no un famoso.
… y la foto no puede estar mejor elegida: hay más fantasmas posando en ella que en el propio palacio de Linares.
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Como te escuche Íker… Me encanta que te encante. ¡Y suerte!
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Ideas lúcidas y claras con un lenguaje bonito e inteligente, pero yo soy de los pocos ingenuos que siguen pensando que habrá algún político honesto que le guste trabajar por los demás… alguno habrá, por lo menos en las películas americanas.
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Gracias, Alejandro. Y sí, de acuerdo contigo. Alguno habrá.
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Genial el artículo, Rubén. Yo creo que Íker no investiga estas cosas porque hace mucho tiempo que dejaron de ser «fenómenos extraños». Se han convertido en algo cotidiano.
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Muchas gracias, Alberto. Pues sí, son tiempos raros para lo raro.
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